Cuando los estudiantes de primer año llegaron al campus de la Universidad de Wisconsin–Madison en otoño de 2020, algunos marcaron el hito entrando a un aula de manera presencial, mientras que otros “iniciaron sesión” en sus clases virtuales desde sus residencias universitarias, apartamentos o ciudades de origen.
Además de la emoción de comenzar la universidad, también estaba la sensación de incertidumbre y de estar perdiéndose la posibilidad de vivir ciertas experiencias producto de la pandemia.
Marcellus Lawrence, proveniente de Milwaukee y estudiante de primer año del programa PEOPLE de la UW–Madison, esperaba hacer nuevos amigos en el campus, pero con el distanciamiento físico y el uso de mascarillas tuvo dificultades para conectar con sus compañeros. Katie Zimmerman, otra estudiante de primer año proveniente de Hartland, Wisconsin, estaba entusiasmada con la idea del aprendizaje presencial y con conocer a sus instructores y compañeros de clase. El comienzo de un semestre completamente a distancia la llevo a experimentar sentimientos de ansiedad, agobio y desarraigo. Charlie Kennedy, un estudiante de primer año proveniente de San Francisco, California, estuvo entrenando para hacer la prueba de ingreso para el equipo de remo de la universidad y quedó repentinamente fuera tras contagiarse con COVID después de que unos amigos contrajeran el virus.
Sin embargo, cada estudiante logró superar las dificultades con un nuevo conjunto de habilidades y gran determinación.
Estos estudiantes, aproximadamente 150, participaron en una nueva clase cuyo enfoque no era precisamente en temas tradicionales como química o literatura, sino más bien en sus propias mentes. El resultado obtenido por muchos de los participantes: crecimiento personal a partir de las adversidades enfrentadas y un sentido renovado de sus vidas.
El curso de un semestre equivalente a tres créditos llamado “El arte y la ciencia del florecimiento humano” fue diseñado con la mente puesta en los estudiantes de primer año. Este curso cuenta con el apoyo del Center for Healthy Minds de la Facultad de Letras y Ciencias y es impartido por un equipo de instructores, donde cada cual aporta su propia experiencia en ciencias, humanidades y desarrollo estudiantil, al igual que una amplia gama de conocimientos culturales, ya que el tema central se relaciona con el florecimiento humano y un conjunto diverso de experiencias de vida.
La pregunta que deben dilucidar los estudiantes es simple pero profundamente compleja: ¿Qué hace que la vida valga la pena?
Esta pregunta inspiró a los estudiantes a descubrir su propia definición de florecimiento y a desarrollar habilidades como la atención plena para llevar una vida más conectada. Y la necesidad es mayor que nunca, ya que los estudiantes universitarios de hoy están experimentando preocupantes tasas de problemas de salud mental, con aumentos especialmente notables en los índices de ansiedad y depresión.
Construir ladrillo a ladrillo
Marcellus Lawrence sabía que la vida en el campus iba a ser diferente debido al COVID, pero no se imaginó lo desafiante que llegaría a ser.
“Fue una gran dificultad lograr conocer a nuevas personas,” manifiesta. “Esperaba estar inserto en un entorno y prosperar. Cuando estás acostumbrado a las clases en persona y de pronto debes comenzar tus clases en línea, la motivación disminuye significativamente.”
Lawrence, quien está considerando especializarse en enfermería, descubrió que sus puntos de vista y prioridades cambiaron paulatinamente durante el transcurso de la clase de Arte y ciencia del florecimiento humano, donde los deberes se centraron en aplicar el material del curso a la vida propia de cada estudiante. Descubrió que su definición de florecimiento no es un destino final ni un momento “de inspiración repentina,” sino un proceso que es en sí mismo enriquecedor y gratificante.
“Antes pensaba que el florecimiento estaba determinado por la cantidad de éxito que uno logra,” dice Lawrence. “Pero el florecimiento no se mide en absoluto. Es el logro de pequeñas metas y todo lo que hacemos para alcanzar esas metas. Los procesos de transformación y resiliencia son nuestros puntos de control. Cada ser humano construye el florecimiento de manera individual, ladrillo a ladrillo.”
Para él, el misterio de todo esto es lo que lo incentiva. Desde que tomó el curso, ha priorizado las pequeñas acciones y metas como actos significativos de florecimiento: ser una persona más paciente en su hogar, ayudar a los vecinos mayores a quitar la nieve, reflexionar y enviar notas de agradecimiento a las personas que celebraron su cumpleaños y mantenerse en contacto con sus abuelos.
El curso lo hizo consciente de aquello que realmente le importaba: “Cuidar de las personas que cuidan de mi.”
“Antes pensaba que el florecimiento estaba determinado por la cantidad de éxito que uno logra. Pero el florecimiento no se mide en absoluto. Es el logro de pequeñas metas y todo lo que hacemos para alcanzar esas metas. Los procesos de transformación y resiliencia son nuestros puntos de control. Cada ser humano construye el florecimiento de manera individual, ladrillo a ladrillo.”
Derribar estructuras
La naturaleza desorganizada y deconstructiva del curso es algo que los estudiantes también encontraron valioso.
En el otoño pasado, Charlie Kennedy pudo darse cuenta de lo interconectadas que están todas las personas, para bien o para mal. Al contagiarse con COVID por reunirse con amigos que participaron en una fiesta, Kennedy se sintió decepcionado y frustrado. Manifiesta que en el curso adquirió algunas de las habilidades en el momento perfecto para sobrellevar situaciones.
“Solo tenía seguir adelante ante los golpes de la vida. Aprendí que la vida en muchos aspectos es como un tobogán, una colección de momentos felices y tristes,” dice Kennedy. “Lo único que podemos hacer es apreciar las cosas que tenemos y darnos cuenta de que nada es estático. Podemos controlar la forma en que respondemos a las circunstancias.”
En particular, los ensayos de reflexión y los diarios del curso le abrieron los ojos para que pudiera ver la vulnerabilidad como una fortaleza en lugar de una debilidad o evitación.
“Aprender a ser vulnerable ante otras personas es un regalo perfecto,” añade.
Desafiar las antiguas formas de pensar también ayudó a Anna Maldonado, una estudiante de medicina veterinaria proveniente de Troy, Wisconsin, cuya formación la obligó a ser resiliente e independiente. Sin embargo, el curso le ayudó a comprender que para ella el florecimiento significa tener un sentido de comunidad en la que “puedes confiar y ser apoyada,” pues ninguna persona puede recorrer la vida sola. El curso le abrió un espacio para ser más compasiva consigo misma y darse cuenta de que necesita a otras personas y que las demás personas la necesitan a ella.
“Lo único que podemos hacer es apreciar las cosas que tenemos y darnos cuenta de que nada es estático. Podemos controlar la forma en que respondemos a las circunstancias”
Estar mal está bien
El curso, basado de una amplia gama de fuentes científicas y humanistas, refleja algunas realidades que también nacen de la psicología y plantea lo siguiente: el bienestar emocional no se trata solo de tener emociones positivas, sino de aceptar y superar las emociones difíciles o negativas.
“No se trata de ser feliz todo el tiempo,” manifiesta el instructor del curso John Dunne, distinguido Director en el área de Humanidades Contemplativas del Center for Healthy Minds y profesor de Lenguas y Culturas Asiáticas. “Personalmente considero que el florecimiento es sentir que la vida es plena, enriquecedora, gratificante y desafiante a la vez. Existe una sensación de crecimiento continuo que emerge de la participación en los desafíos de la vida donde esos desafíos no nos superan.”
La idea de aceptar que no estamos felices no es nueva; sin embargo, enseñar a los estudiantes las habilidades para hacerlo es un camino relativamente nuevo para las escuelas y universidades. Dunne, junto con los instructores del curso, están usando un modelo de enseñanza declarativo y procedimental. Además del contenido del curso (por ejemplo, una lectura centrada en la historia del florecimiento de las culturas autóctonas de los Estados Unidos), los instructores también comparten su experiencia relacionada con la integración de nuevas habilidades en su día a día.
Una forma de acceder a estas habilidades es a través de nuestras propias experiencias corporales (sensaciones corporales, pensamientos, emociones) que se pueden observar durante las prácticas contemplativas como la meditación.
La práctica de la meditación influyó en Srideepti Marada, participante del programa PEOPLE y estudiante de neurobiología, quién formó parte del curso.
La estudiante manifiesta “si un día me despierto y me siento mal, está totalmente bien sentirme así,” y señala que prestar atención a sus experiencias internas le ha dado un conocimiento más profundo de por qué se está sintiendo de determinada forma. “Quiero entender el porqué y tener una idea general del motivo por el cual me siento de esa manera. Los pensamientos y el cuerpo dan señales potentes.”
Después de aceptar lo que siente o asimila y comprender la raíz del problema, dejar ir y seguir adelante también es igualmente importante, agrega.
Al igual que Marada, otros estudiantes del curso encontraron alivio en la oportunidad de simplemente cohabitar con sus propias emociones, independiente de cuáles sean. Los estudiantes lidiaron con miembros de la familia contagiados con COVID junto con otros efectos de la pandemia, desde familiares y amigos que perdieron trabajos e ingresos, las dificultades propias del aislamiento hasta la falta de apoyo, además de los profundos traumas originados por el racismo sistémico y evidente.
“Si un día me despierto y me siento mal, está totalmente bien sentirme así. “Quiero entender el porqué y tener una idea general del motivo por el cual me siento de esa manera. Los pensamientos y el cuerpo dan señales potentes”
Después del asesinato de George Floyd y las posteriores protestas mundiales se volvió aún más importante para los estudiantes tener un lugar donde fuese posible ser auténticos ante sus pares. Tony Chambers, Instructor Senior del Departamento de Consejería y Servicios Psicológicos y Director de Equidad, Inclusión e Innovación en el Center for Healthy Minds, colaboró en el curso y dirigió un debate entre jóvenes que eran parte de la primera generación de estudiantes de educación superior, estudiantes de bajos ingresos y estudiantes de color.
“Tener un instructor de raza negra fue muy significativo para mí,” manifiesta Bella Martinez, una estudiante de biología proveniente de Milwaukee. “El Dr. Chambers es una persona que ha experimentado dificultades similares, pero se siente cómodo y seguro. Pude compartir mi experiencia de ser una mujer de color y él compartió sus propias dificultades y pudimos ver el camino que ha recorrido. Ha lidiado con dificultades que yo nunca he vivido.”
Chambers manifiesta que crear espacios de sanación para que los estudiantes sean ellos mismos es fundamental en su trabajo como educador.
“Si las personas se sienten más dañadas que cuando llegaron o se quedan atrapadas en conocimientos antiguos, hemos fracasado como educadores,” dice Chambers. “Las preguntas que hacen las personas revelan mucho sobre la humanidad y las preguntas que hacían estos estudiantes me dejaron boquiabierto. Ellos fueron mis maestros y yo el alumno en gran medida.”
“Pude compartir mi experiencia de ser una mujer de color y él compartió sus propias dificultades y pudimos ver el camino que ha recorrido. Ha lidiado con dificultades que yo nunca he vivido”
Godwill Oke, pasante de investigación en el Center for Healthy Minds, con especialización en psicología, participó en el debate de Chambers para observar y estudiar el valor de dichos espacios en el fomento del sentido de pertenencia y el desarrollo de habilidades para la vida para prosperar en la UW–Madison y más allá.
“Me gustaría que todos tuvieran la oportunidad de tomar este curso,” manifiesta Oke. “Tener un curso enfocado en el bienestar y en la transición como estudiante de color dentro del grupo demográfico de la UW me habría brindado un mejor conjunto de habilidades para comenzar los estudios con fuerza cuando era un alumno de primer año."
“Tener un curso enfocado en el bienestar y en la transición como estudiante de color dentro del grupo demográfico de la UW me habría brindado un mejor conjunto de habilidades para comenzar los estudios con fuerza cuando era un alumno de primer año”
Reconstruir y amplificar
Para algunos estudiantes, la pandemia les ha brindado el espacio para hacer una pausa y reflexionar sobre lo que es realmente importante para cada uno. El sufrimiento y las dificultades experimentadas durante el último año han llevado a los estudiantes a desafiar el status quo en sus propias vidas y en la sociedad.
¿Qué pasaría si los campus universitarios enteros enseñaran esas habilidades para vivir la vida y descubrir el florecimiento?
Esto es lo que Susan Huber Miller, directora de programas académicos y de educación continua en el Center for Healthy Minds, está explorando a través del curso de florecimiento y alianzas con universidades para apoyar el bienestar emocional de los estudiantes.
“Si ofrecemos esta clase a comunidades universitarias enteras, más y más estudiantes caminarían por los campus con el conocimiento y la idea de que cada interacción que establecen tiene un efecto dominó, tanto positivo como negativo,” declara.
Foto by Jeff Miller / UW-Madison
Katie Zimmerman, estudiante de primer año de medicina, notó los efectos positivos del curso a través del personal de apoyo que dirigió el curso. El primer semestre de Zimmerman en la UW–Madison la enfrentó a la verdad sobre sus propias necesidades para lograr el éxito.
“Tengo dificultades relacionadas con la salud mental y también tengo dificultades para buscar y obtener ayuda de otras personas,” manifiesta Katie. “Estaba experimentando dificultades por el hecho de no poder establecer conexiones con los educadores y otros estudiantes debido al aprendizaje a distancia. Mi salud mental comenzó a deteriorarse.”
Como consecuencia, Zimmerman sintió que ya no podía disfrutar del aprendizaje, lo cual fue una gran pérdida para ella.
Estaba agradecida de haberse contactado con Scott Anderson, un maestro asistente del curso, quien se tomó el tiempo para comprender las dificultades de la estudiante y buscó recursos en el campus para conectarla, incluido el McBurney Disability Resource Center, que resultó ser muy útil, manifiesta la joven. En definitiva, el curso le dio las herramientas para aceptar los cambios en la forma que tenía de verse a sí misma: de ser una “luchadora individualista” a ser una persona que está aprendiendo sobre el proceso y su necesidad de prosperar con apoyos adicionales.
El proceso de transformación (ser vulnerable, desafiar los propios supuestos, reconstruirse y crecer, cuestionar constantemente y hacer conexiones) es donde parecía estar el florecimiento para muchos estudiantes, y ese es el punto. El proceso es único para cada persona.
“Como educador, mi trabajo es empoderar a los estudiantes para que descubran qué es el florecimiento para ellos mismos. Esto requiere un trabajo y reflexión en profundidad,” manifiesta Dunne. “Es increíblemente gratificante ver el impacto del curso en los estudiantes y sus motivaciones para hacer repercutir el florecimiento en sus propias vidas. No se trata de mejorar en una asignatura como cálculo o sánscrito. Se trata de mejorar en la vida."
“Como educador, mi trabajo es empoderar a los estudiantes para que descubran qué es el florecimiento para ellos mismos. Esto requiere un trabajo y reflexión en profundidad”
Equipo del curso El arte y la ciencia del florecimiento humano
El registro para el curso El Arte y la ciencia del florecimiento humano se ofrece de manera recíproca en psicología, psicología terapéutica, psicología de la educación y lenguas y culturas asiáticas. Para obtener más información, comuníquese con Susan Huber Miller. Para apoyar el curso, puede hacer una donación aquí.
-Marianne Spoon