Recientemente, un equipo del Center for Healthy Minds descubrió que un videojuego desarrollado para fines de investigación resulta prometedor para aumentar la empatía en algunos niños, de acuerdo con los hallazgos relacionados con los cambios en las redes cerebrales subyacentes asociadas con la empatía.
Sin embargo, aparte de los videojuegos, hay muchas formas para inculcar la empatía en los niños de todas las edades y la mayoría se pueden realizar sin recursos ni costos adicionales.
La investigadora principal del estudio, Tammi Kral, representante del Centro, y el experto en atención plena Chad McGehee, ofrecen algunos consejos para inculcar la empatía en los adolescentes que se encuentran en edad de escuela secundaria.
Pero primero, algunos antecedentes sobre la empatía
Al hablar de empatía en estudiantes de secundaria y adolescentes, hay algunos hechos que se deben tener en cuenta, el primero es que este grupo de edad empatiza de manera diferente a los adultos. En un estudio reciente, Kral y otros investigadores profundizaron en la información que conocíamos sobre estas diferencias. Si bien investigaciones anteriores han demostrado que los adultos pueden empatizar acertadamente usando las redes cerebrales que apoyan la toma de perspectiva (“entiendo por qué te sientes así”) y compartiendo emociones (“puedo sentir lo que estás experimentando”), los adolescentes son más eficaces cuando hacen uso de las redes cerebrales que apoyan la toma de perspectiva en lugar de las formas emocionales para demostrar empatía.
En otras palabras, cuando los adolescentes empatizan acertadamente con otra persona, es probable que puedan comprender por qué alguien podría sentirse de cierta manera, pero es menos probable que logren sentir los estados emocionales de la persona con la que se relacionan.
“Descubrimos que cuando los adolescentes identifican acertadamente las emociones de otra persona utilizan las redes cerebrales de la toma de perspectiva," manifiesta Kral. “Pero cuando comparten las experiencias emocionales, son menos certeros. Esto fue sorprendente para nosotros.”
Aunque los científicos no saben exactamente por qué los adolescentes empatizan de manera diferente, tienen algunas teorías. Kral afirma que una de las razones puede ser que las áreas asociadas con la autorregulación en el cerebro aún se están desarrollando en los adolescentes y que dicha regulación es necesaria para compensar la angustia personal que alguien puede experimentar al sentir empatía emocional con otra persona.
Los datos sugieren que la falta de empatía entre los jóvenes es un problema grave. De acuerdo con el National Center for Education Statistics (Centro Nacional de Estadísticas de Educación) más de un cuarto de los estudiantes de los Estados Unidos manifiestan haber sido acosados en la escuela, siendo los tipos más comunes el acoso verbal y social. Es importante encontrar formas de promover el desarrollo emocional saludable durante este período, especialmente porque el período de la adolescencia es determinante para moldear la salud mental para la edad adulta.
“Descubrimos que cuando los adolescentes identifican acertadamente las emociones de otra persona utilizan las redes cerebrales de la toma de perspectiva. Pero cuando comparten las experiencias emocionales, son menos certeros. Esto fue sorprendente para nosotros.”
Consejos para desarrollar la empatía en jóvenes
Guiones/actividades liderados por educadores o adultos cuidadores. Muchos de estos consejos están integrados en otros planes de estudio de aprendizaje socioemocional. El experto del centro, Chad McGehee, comparte distintas maneras de usar estos consejos con los adolescentes.
Consejo 1: Reconocer la aparición y la ausencia de nuestros pensamientos y emociones
Prestar atención a la naturaleza en constante cambio de sus propios pensamientos y emociones puede ayudar a los jóvenes y adolescentes a comprender las experiencias de los demás y, por consiguiente, a poder empatizar con las emociones y comportamientos de las otras personas. Una forma de explicar este proceso a los adolescentes es mediante los “Frascos de mente y cuerpo.” Estas son esferas del tamaño de una mano que contienen una solución líquida y purpurina, parecido a una esfera de nieve, que brindan la oportunidad de enseñar de manera tangible la naturaleza de nuestros pensamientos y emociones. Podemos agitar las esferas para ver cómo la purpurina circula y se arremolina de manera conmocionada, lo que puede emular la forma en que los adolescentes se sienten cuando experimentan emociones fuertes. Luego, dejamos el frasco quieto y observamos cómo las partículas bajan y se depositan en el fondo de la esfera. La forma en que experimentamos nuestros pensamientos y emociones puede ser muy parecida. Es posible que experimentemos una ráfaga de pensamientos, emociones y sensaciones, pero con un poco de tiempo, espacio y conciencia, la conmoción a menudo se calma por sí sola.
Puede formular preguntas exploratorias: ¿Cómo se perciben y se sienten nuestras emociones en nuestras experiencias/en nuestras propias mentes y cuerpos? ¿Dónde sientes las emociones en tu propio cuerpo? ¿Cómo cambian los sentimientos en tu cuerpo? ¿Qué tan diferente se podrían percibir y sentir esas emociones en otras personas?
Consejo 2: Representar juntos las emociones
Las mímicas emocionales pueden ser divertidas y también aumentar la empatía en este grupo etario. En un estudio realizado por el Centro con estudiantes de 5.° grado, los expertos pidieron a los estudiantes que representaran una emoción mientras el resto tuvo que adivinar cuál era esa emoción. Es fascinante ver las similitudes y diferencias entre los estudiantes. Lo que a una persona le podría parecer la representación del enojo podría ser, en efecto, una emoción completamente diferente representada por el actor. Por lo general, entendemos las emociones de los demás basándonos en nuestras propias historias y las formas en que experimentamos esas emociones nosotros mismos. Esta práctica enfatiza el hecho de que podemos creer que sabemos lo que sienten los demás cuando en realidad no es así. A menudo, enfocarnos en cómo se sienten las emociones en nuestro propio cuerpo es una forma útil de comprender lo que otra persona podría estar sintiendo. Sin embargo, deberíamos recordar siempre que nuestras percepciones puede que no se ajusten a la realidad y luego recordar la necesidad de preguntar. Con frecuencia, desde el interés y la preocupación podemos encontrar una forma de conectarnos con los demás.
Consejo 3: Enseñar actitudes de apoyo durante el trabajo en equipo
Hemos descubierto que las respuestas de las personas a sus propios errores y a los errores de otros son tanto o más importantes que tener éxito en la tarea a realizar. Hemos llevado a cabo un ejercicio con niños de varias edades, en el que, como grupo, se les pide que formen un círculo y vayan pasando una campana sin dejar que esta suene. A los estudiantes no solo se les indica que estén concentrados en sus propios cuerpos y sensaciones, sino que también se fijen en lo rápido en que su turno de manejar la campana se convierte en el turno de la otra persona. Los estudiantes son conscientes de la anticipación, el momento de pasar la campana y el período inmediatamente después de pasarla. Esta conciencia le permite al estudiante identificar de inmediato lo que otro estudiante puede estar experimentando pues acaba de pasar por eso.
Es fundamental fomentar el uso de un lenguaje de apoyo. Si alguien no tiene éxito en la tarea, es importante compartir palabras de aliento y validar que está bien y que le podría haber pasado a cualquiera.
Consejo 4: Tarjetas de bondad/cariño
También puede ayudar si, de manera intencional, fomenta la empatía con la entrega de buenos deseos a los demás en un entorno grupal. Esto permite que, además de familiarizarnos más con nuestras propias emociones, desarrollemos la empatía y la compasión por los demás y por nosotros mismos.
Para comenzar, puede ser útil tomarse un tiempo para reflexionar y conversar en torno a algunas preguntas guía: ¿Qué significa para ti sentirse seguro? ¿Qué significa para ti sentirse feliz? ¿Qué significa sentirse saludable? ¿Y qué es sentirse en paz? ¿Crees que todos queremos sentirnos seguros? ¿Felices? ¿En paz? Durante esta conversación, recuerde a los participantes estar atentos a los sentimientos y las manifestaciones sensoriales que perciben en su cuerpo cuando hablen sobre sus experiencias de sentirse seguros, saludables y en paz.
El siguiente paso es observar cómo te sientes cuando otros te desean que te sientas seguro, saludable y en paz. En eso consiste la actividad de pasar tarjetas con buenos deseos. Las tarjetas pueden decir cosas como: “Que experimentes la alegría de sentirte seguro, feliz y en calma”; “Que tengas la fuerza, el coraje y la paciencia para enfrentar los desafíos de la vida”; “Que tengas amor, paz y bondad en tu vida.” Con los estudiantes sentados en círculo, entregue a cada uno una tarjeta que contenga un deseo del maestro para el estudiante.
Otorgue un momento para revisar el mensaje de la tarjeta y compartir cómo se sienten al recibir este mensaje. Luego, pida a los estudiantes que cierren la tarjeta y se la pasen a la persona que se encuentra a su derecha. Indique a los estudiantes que ahora están enviando este deseo a la persona que está a su lado y que está bien hacerlo pues sabemos que todos nosotros queremos sentirnos seguros, felices, saludables y en paz. Continúe dialogando sobre cómo se siente enviar los deseos y cómo se siente recibirlos.
Consejo 5: Círculos de compasión
El siguiente consejo se relaciona con la compasión, que es similar a la empatía, pero difiere en el enfoque, donde la compasión se centra en el desarrollo de una acción que alivie el sufrimiento de los demás. Los sentimientos de empatía pueden transformarse en compasión cuando tomamos nuestra comprensión de las emociones de los demás y les enviamos deseos de bienestar o nos comportamos de maneras que ayuden a reducir su sufrimiento.
Esta práctica la explica mejor el fundador y director del Centro, Richard Davidson, quien la describe en una publicación que redactó para el blog de Momentous Institute:
“Este ejercicio incluye pedirle a un grupo de niños que formen círculos según sus respuestas a preguntas simples como “¿Tienes una mascota?” o “¿Cuál es tu color favorito?” Los estudiantes se mezclan y conversan con compañeros de su clase de quienes quizás no sabían mucho, alentándolos a relacionarse de manera diferente entre sí para eliminar el sentido de “otredad” que tiende a obstaculizar la compasión.
Nunca olvidaré una ocasión donde escuché a uno de nuestros expertos en educación contar lo que sucedió cuando se les pidió a los estudiantes que formaran un círculo en función de su respuesta a la pregunta: “¿Alguna vez te has sentido excluido o acosado?” Casi todos se acercaron al círculo, y una joven que constantemente se sentía así comentó que no sabía que los demás también se hubiesen sentido de esa manera. Saber que no estaba sola la hizo llorar y creó un momento compartido de compasión y apreciación de la vulnerabilidad de los demás entre los estudiantes e instructores.
Esta expansión de la relación con los demás está en el centro de una nueva forma de reconectarnos con la compasión mediante lo que llamamos la meditación “compasiva” o de “bondad amorosa.” En estas prácticas, reconocemos intencionalmente nuestra bondad básica innata y aceptamos que todos los seres humanos compartimos esa capacidad. Las meditaciones compasivas a menudo implican recordar a un ser amado como un familiar, amigo o una mascota y cultivar su amor por ellos, y luego expandir esos mismos sentimientos hacia otras personas, personas con las que tienen dificultades para relacionarse y, finalmente, extraños en su comunidad y el mundo. La práctica generalmente incluye la repetición silenciosa de frases como “que seas feliz, que estés saludable, que puedas estar en paz.”